No hay duda de que el sol tiene una influencia positiva en nuestra vida, eleva el estado de ánimo, nos proporciona sensación de bienestar, mejora el aspecto de la piel, favorece la síntesis de vitamina D y ayuda a controlar trastornos crónicos como la psoriasis.
Sin embargo, una exposición al sol excesiva e incontrolada puede originar daños acumulativos e irreversibles. Algunos de estos efectos son inmediatos, como la aparición de eritema o quemaduras solares. Otros acontecen de forma tardía, como el envejecimiento cutáneo, pigmentación, aumento de riesgo de carcinogénesis, cataratas y otros daños oculares.
La radiación ultravioleta también es responsable de la aparición de trastornos de fotosensibilidad que a menudo se asocia al uso de ciertos medicamentos como: antiulcerosos, diuréticos, anticonceptivos, antiacnéicos, antidepresivos corticoides, hipolipemiantes, psicofármacos, antibióticos y antihistamínicos.
Ciertos alimentos y algunos productos, como perfumes que contengan derivados de cumarina o almizcle, aceites esenciales de lavanda, limón, rosa mosqueta hipérico o bergamota, y colorantes utilizados a menudo en maquillajes, como rosa de bengala, la laca roja brillante, naranja de acridina, también pueden producir o agravar el proceso de fotosensibilidad.
La piel es muy vulnerable a la exposición al sol y al calor, y por ello en verano se requiere un cuidado más intenso para preservar su salud. Por tanto, aprender a disfrutar del sol requiere seguir unas recomendaciones básicas: