Mantiene mi buen amigo Manuel Agotegaray, presidente y alma de Fefara (Federación Farmacéutica Argentina), que las opiniones deben quedar reflejadas en papel, a fin de poder comprobar posteriormente de qué lado estaba cada uno, así como  la causa que defendía en cada momento de la Historia.

En ese sentido, en todas las ediciones de las Jornadas Federales celebradas en ese país, se edita un libro de ponencias que compendia perfectamente las demandas efectuadas, y las iniciativas y trabajos desarrollados por la mencionada Federación desde su fundación.

Siguiendo la indicación de Agotegaray, si revisamos las hemerotecas, y cualquiera puede hacerlo fácilmente, podemos conocer cuál ha sido mi opinión sobre las subastas desde su implantación.

Sin salir de este medio, y esperando sepan perdonar la auto-cita, colaboraciones tituladas ‘Combustible genérico’, ‘La cajita vacía’, ‘¿Qué hacemos con el Sistema Sanitario?’, ‘Más subastas’, ‘Vientos del Sur, Vientos del Norte’, ‘Escrache’, ‘50%’, ‘Desabastecimientos ¿Qué está pasando?’, entre otros, abordan el tema subastas desde diferentes puntos de vista, que definen claramente cuál ha sido mi postura, que coincide, por supuesto, con la de la Junta de Gobierno del Colegio de Farmacéuticos de Sevilla y, me atrevo a decir, con la del resto de Colegios Andaluces.

Han pasado siete largos años de desabastecimientos, con sus correspondientes cambios en las dispensaciones; de organizar el ‘cuarto almacén’ a fin de demostrar las existencias reales en las Farmacias para defender objetivamente el abono de las dispensaciones bien realizadas por la inmensa mayoría de los Farmacéuticos, en un principio anuladas por la Administración al creer que los incumplimientos de una exigua minoría eran moneda común; de inequidades con respecto al resto de España a pesar de la sentencia del Tribunal Constitucional; y un largo etcétera.

Posible reversión

Ahora parece que puede llegar su reversión, y puede que sea verdad a la vista de las ‘Medidas de desarrollo y prosperidad para un nuevo Gobierno en Andalucía’, consensuadas por el Partido Popular y Ciudadanos. Para ello, evidentemente, se habrán de promulgar los preceptos legislativos necesarios, por lo que, otorgando un voto de confianza a la palabra dada, y esperando como agua de mayo verlos publicados en el BOJA, no vamos a mantener a priori una actitud «santotomasiana» de tener que ver para creer.

Son tantas las expectativas depositadas en el posible nuevo gobierno, que cualquier promesa incumplida puede defraudar a muchos ciudadanos, y no están los tiempos para perder más la confianza en la clase política.

También se espera en los próximos tiempos, obviamente, la utilización política que del posible aumento de la factura de medicamentos en Andalucía, como consecuencia de la reversión de las subastas, vaya a hacer la previsible futura oposición, actualmente gobierno de nuestra región; así como la repercusión de la confrontación de datos en los medios afines de unos y otros. Entretenidos que vamos a estar, en principio y al parecer, los próximos cuatro años.

Un problema, no una solución

He dicho repetidamente que las subastas nunca fueron una solución y que, además y en cambio, se han convertido en un auténtico problema. Las subastas han sido, y seguirán siéndolo mientras no decaigan definitivamente, y a pesar de estar «bendecidas» por la sentencia del Tribunal Constitucional, muy lesivas para los pacientes, para la industria farmacéutica española fabricante de genéricos y para los Farmacéuticos, por lo que es lógico que su reversión, utilizando idéntico término que en el documento citado, deba hacerse lo más rápidamente posible.

Que los pacientes andaluces no puedan recibir en pleno siglo XXI los mismos medicamentos que el resto de pacientes españoles, es una discriminación que ocasiona inequidad en la prestación sanitaria. Que la industria farmacéutica de capital nacional tenga vetada su participación en una región española -la mayor, por cierto- estando la situación económica y laboral como está en España, es algo inaudito.

Y que los Farmacéuticos sufran la intromisión en el acto profesional de la dispensación, siendo obligados a inhibirse de su responsabilidad vinculada al título académico que le capacita para ello -y a atender una orden imperativa de dispensar un medicamento de un laboratorio concreto- es un auténtico atropello profesional.

Unido a las subastas andaluzas, pero con repercusión nacional, encontramos otro auténtico problema de salud pública: los desabastecimientos de medicamentos, sobre todo cuando se producen en aquellos que carecen de alternativa terapéutica, o para entendernos mejor, de genérico autorizado.

Desabastecimiento de fármacos, ¿por qué?

Ya nos hemos referido a este tema en colaboraciones anteriores, analizando los resultados que «las medidas de contención del gasto» (a través de Farmacia Comunitaria, que no Hospitalaria, claro) iban ocasionando en el mal llamado «mercado farmacéutico».

En mi opinión, el más lesivo de todos fue la desaparición del precio en los envases, pues habilitó y posibilitó todo lo que vino después: las medidas legislativas que ocasionaron bajadas de precio en cascada, por dejar en manos de la «competencia» entre laboratorios la fijación del precio y el abastecimiento de medicamentos a los pacientes españoles.

Como el resultado era beneficioso para los gobernantes a corto plazo -el que dura unos presupuestos o, como mucho, una legislatura-, a nadie iba importando qué pasaría en el futuro, o sea, hoy, en que los precios han llegado a unos niveles tan reducidos que a los competidores de antaño no les interesa el mercado español hogaño, que se está quedando sin medicamentos.

¿Qué hay otros factores que también influyen en el abastecimiento? Por supuesto. Pero recordemos el viejo aforismo «cuando un dedo apunta a la luna, solo los necios miran al dedo», y no seamos tan ilusos de perder de vista el factor precio y la competencia entre laboratorios, junto a todo lo que facilita esa bajada, como razones de peso.

¿Qué puede hacer el Farmacéutico?

¿Y mientras, qué hacemos? Pues lo de siempre, los Farmacéuticos buscando hasta debajo de las piedras los medicamentos que necesitan los pacientes -para que no se vean afectados por los desabastecimientos- y justificando las dispensaciones para que les sean abonadas por la Administración, que ha encontrado en los incumplimientos de algunos Farmacéuticos la coartada de desconfianza en la actuación profesional del resto de compañeros.

Menos mal que los informes colegiales y la colaboración y el cumplimiento exhaustivo de la inmensa mayoría de Farmacéuticos, ha conseguido revertir ese dislate y poner las cosas en su sitio, de donde nunca deberían haber salido.

Siempre he admirado la actitud de Fray Luis de León, agustino del siglo XVI, ante el proceso inquisitorial por el que fue encarcelado durante cinco años, resultando finalmente absuelto. Según se cuenta, al volver a su cátedra de la Universidad de Salamanca después de esos largos años de ausencia, comenzó su primera clase con la frase: «Como decíamos ayer…».

Con posterioridad, Don Miguel de Unamuno comenzó sus clases en la misma Universidad y con idéntica frase, al regresar de su exilio en la Isla de Fuerteventura. Ojalá los Farmacéuticos españoles podamos imitar a ambas figuras de nuestra Historia cuando se corrijan definitivamente los desabastecimientos de medicamentos, y los Farmacéuticos andaluces cuando realicemos nuestra primera dispensación tras la anulación de las subastas: «Como decíamos ayer…»